EL PASTORCITO MENTIROSO
Un pequeño pastor que cuidaba su rebaño en una ladera alejada de su pueblo y al que le gustaba mucho llamar la atención, se puso un día a gritar angustiosamente:
-¡Ahí viene el lobo! ¡Ahí viene el lobo! ¡Ayúdenme por favor, que se va a comer mis ovejas!
Los aldeanos al oírlo, se asustaron mucho y abandonaron sus ocupaciones para correr a ayudarle.
Al llegar, el pastorcito, muy satisfecho, les dijo:
-¡Demasiado tarde! Acabo de espantarlo yo mismo.
Admirados de que el muchacho se las hubiera arreglado solo,
volvieron a sus labores, totalmente exhaustos por la carrera.
Días después se volvió a escuchar el mismo grito:
-¡El lobo! ¡El lobo! ¡Socorro!
Y otra vez los habitantes del pueblo corrieron a ayudarle.
Y el pastorcito los volvió a recibir con gran tranquilidad,
afirmando con aire triunfador que él solo se había encargado de
ahuyentar a la fiera. Lo mismo ocurrió otras tres o cuatro veces,
hasta que los aldeanos, molestos, empezaron a sospechar que se trataba
de un broma y decidieron no volver a preocuparse más.
Un día, sin embargo, una manada de lobos atacó de verdad
el rebaño del joven pastor. Este gritó desesperadamente
pidiendo ayuda, pero los de la aldea se rieron, pensando que se
trataba de la misma burla y nadie movió un dedo para ayudarle.
Cuando los lobos se fueron, al pastorcito no le quedaba
ya ni una sola oveja.
LOS MENTIROSOS SOLO GANAN UNA COSA:
NO TENER CRÉDITO AUN CUANDO DIGAN LA VERDAD.
-ESOPO-
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