lunes, 17 de marzo de 2014
EL LEÓN Y LOS TRES TOROS
Una vez tres toros hicieron un pacto de amigos y juraron no romperlo, pasara lo que pasara.
El pacto consistía en repartirse, por partes iguales, un pastizal que habían descubierto en los alrededores del bosque, de tal manera que todos pudieran pasear y pastar a su antojo y ninguno invadiera la parte de terreno que les correspondía a los otros dos.
Todo iba muy bien hasta que un día un león hambriento descubrió el pastizal con los tres gordos y cebados animales.
La boca se le hizo agua de sólo verlos y se propuso darse tres suculentos banquetes. El problema era que nada podría hacer mientras los toros, que eran animales fuertes y poderosos, se mantuvieron unidos. De modo que ideó un astuto plan para enemistarlos entre sí.
Adoptando un aire hipócrita y zalamero, atrajo la atención de cada uno de ellos por separado y lo convenció de que los otros dos se habían aliado para quitarle su parte del terreno y apoderarse de sus pastos antes de que llegara el invierno.
Los toros ingenuamente le creyeron y se llenaron de desconfianza y recelo entre sí, hasta el punto de no moverse cada uno de su pastizal por temor a que los otros dos se lo quitaran.
En cuanto los vio separados, el león los atacó uno por uno y se dio los tres suculentos banquetes con que había soñado.
--La discordia que divide a los amigos es la mejor arma para los enemigos--
Esopo
viernes, 14 de marzo de 2014
LOS ENANOS MÁGICOS
Un zapatero se había vuelto tan pobre que una noche se encontró con que no tenía sino el último corte de cuero para hacer el último par de zapatos. El hombre, que era de corazón noble y
valiente, preparó su material y se fue a dormir tranquilo, sin proferir
queja alguna.
Al otro día, cuando se disponía a coser los zapatos, se quedó bastante asombrado de ver que ya estaban hechos. Esa misma tarde pasó por la zapatería un cliente al que le gustaron mucho y los pagó a muy buen precio. Con ese dinero el zapatero compró cuero para hacer dos pares más, y lo cortó y se fue a dormir. Y al díasiguiente volvió a encontrar los zapatos terminados. Estos zapatos
también se vendieron muy bien. Con el dinero obtenido, el zapatero volvió a comprar más cuero para hacer más zapatos. Y siguió encontrándolos hechos cada mañana. Así pasó un buen tiempo,
durante el cual su negocio tomó fuerza y lo sacó de la pobreza.
La noche de navidad de ese año, la mujer del zapatero le propuso a su marido que se escondieran en el armario y espiaran por las rendijas a ver si descubrían quién le estaba ayudando. El zapatero estuvo de acuerdo y entraron en el armario y se pusieron a esperar. A eso de la medianoche, entraron dos simpáticos enanitos completamente desnudos que se pusieron inmediatamente a trabajar en la mesa del taller, con una velocidad y una pericia tal que dejaron pasmados al zapatero y su mujer.
A la mañana siguiente, la mujer del zapatero le dijo a su marido que tanto ella como él le debían mucho a esos enanitos y habían que mostrarse agradecidos con ellos. Entonces decidieron que ella le haría a cada enanito su respectiva camisa, chaleco, pantalón, medias y chaqueta para el frío, mientras que él se encargaría de los zapatos.
Así lo hicieron, y a la noche siguiente en lugar de los corte de cuero, dejaron los regalos en la mesa del taller. Los enanitos se mostraron al comienzo sorprendidos, pero en cuanto comprendieron que los vestidos y los zapatos eran para ellos, se los pusieron a toda prisa y empezaron a cantar y a saltar por todo el mobiliario del taller. Al final se tomaron de la mano y se fueron bailando.
El zapatero y su mujer nunca más los volvieron a ver, pero siguieron siendo muy felices y a él nunca le volvió a ir mal en ninguna de las cosas que emprendió.
- HERMANOS GRIMM --
EL PASTORCITO MENTIROSO
Un pequeño pastor que cuidaba su rebaño en una ladera alejada de su pueblo y al que le gustaba mucho llamar la atención, se puso un día a gritar angustiosamente:
-¡Ahí viene el lobo! ¡Ahí viene el lobo! ¡Ayúdenme por favor, que se va a comer mis ovejas!
Los aldeanos al oírlo, se asustaron mucho y abandonaron sus ocupaciones para correr a ayudarle.
Al llegar, el pastorcito, muy satisfecho, les dijo:
-¡Demasiado tarde! Acabo de espantarlo yo mismo.
Admirados de que el muchacho se las hubiera arreglado solo,
volvieron a sus labores, totalmente exhaustos por la carrera.
Días después se volvió a escuchar el mismo grito:
-¡El lobo! ¡El lobo! ¡Socorro!
Y otra vez los habitantes del pueblo corrieron a ayudarle.
Y el pastorcito los volvió a recibir con gran tranquilidad,
afirmando con aire triunfador que él solo se había encargado de
ahuyentar a la fiera. Lo mismo ocurrió otras tres o cuatro veces,
hasta que los aldeanos, molestos, empezaron a sospechar que se trataba
de un broma y decidieron no volver a preocuparse más.
Un día, sin embargo, una manada de lobos atacó de verdad
el rebaño del joven pastor. Este gritó desesperadamente
pidiendo ayuda, pero los de la aldea se rieron, pensando que se
trataba de la misma burla y nadie movió un dedo para ayudarle.
Cuando los lobos se fueron, al pastorcito no le quedaba
ya ni una sola oveja.
LOS MENTIROSOS SOLO GANAN UNA COSA:
NO TENER CRÉDITO AUN CUANDO DIGAN LA VERDAD.
-ESOPO-
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